jueves, 18 de agosto de 2011

Fantasía


El calor aplastante embargaba el ambiente, la voz rasposa y pausada del docente le hacía sentir como un arrullo de esos con el que el abuelo le comenzaba a contar viejas historias de soldados y jinetes vestidos de oro y plata perdidos entre las brumas de su vieja memoria.

Llegaba hasta su lugar justo en medio de esa aula una brisa cálida, cargada de olores desagradables y algún alcohol perfumado de ese que se te impregna hasta en la piel y te embota el cerebro por el exceso de dulzura en su aroma, de ese que venden en las tiendas comerciales como “eu perfiume” de una botella grande y una chica por 30 pesos,

Y su mano  moviéndose mecánicamente sobre el papel amarillento de las libretas recicladas que eligió para este semestre escolar, y ahora que ese chico alto se ha sentado frente a ella desiste de intentar ver la pizzara blanca y la verde donde el profesor dicta su clase, o para ella anota garabatos en tiza que no distingue y poco le importan en ese instante.

Su mente se va alejando de ese lugar lleno de personas de las más variadas, las cuales apenas si reparan en su existencia más que para dirigirle miradas airadas por haberse atravesado en su camino o algunas que ya le han visto antes, que le miran con rencor por antiguas batallas intelectuales perdidas.

Comienza trazando líneas sin sentido sobre una hoja blanca que ha sacado de su mochila con forma curiosa de galleta con lentes que más de uno ve con burla y de un instante a otro ella ya no se encuentra dentro de ese lugar, ha dejado de sentir la silla dura bajo ella, ya no llega a ella el aroma dulzón de la “vieja” de aun lado, ni el sudor del chico de enfrente.

Ella está  lejos,  ya se imagina tranquila en la mitad de su cuarto totalmente arreglado como lo sueña desde hace meses, con la mitad de paredes azules llenas de rosas de papel , las otras con tonos naranjas y rosas que le dan un aspecto de atardecer y el techo negro totalmente lleno de estrellas de gis y colgantes de papel, su única luz la luz del atardecer que ce justo sobre su “puff” de color morado.

Sentada justo aun lado de la ventana, y cerca de ella esa esquina llena de libros cargados de fantasía, y exactamente del otro lado un mueble lleno de libros serios y de sociedad, clásicos junto a los de textos sociales desde Kant, hasta Maquiavelo, pasando por Freud y aun como viejos rastros de sus búsquedas espirituales un viejo Corán.

Y en una mesita frente a ella una vieja taza de colores y un tazón lleno de cereales junto a una tetera de acero, y junto a todo eso una botella cargada de vino tinto dulce

Si ahí se encuentra, pero al final un golpe de carcajadas la regresa a la realidad, y sigue aquí, rodeada de personas escandalosas y totalmente desconocidas que le roban su aire, su espacio pero que al final del día le son totalmente indiferentes.


Escrito del segundo día de clases, matenme señores no supe ni de que trato la clase... 

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